No tenia caderas particularmente delgadas. Cuando la miraba
a los ojos podía notar que rara vez apuntaban en la misma dirección. Tenía una
frente amplia y su voz en ocasiones sonaba chistosa para quien la escuchara por
primera vez. Se reía tontamente. No era capaz de mantener el mismo corte de
pelo más de un mes. Y rara vez un peluquero era responsable de ese cambio.
Cuando se resfriaba, su nariz, que de otra manera pasaría desapercibida, tomaba
dimensiones desproporcionadas. No escuchaba la misma música que yo. Leía libros
de los que no oí hablar jamás. Hablaba con gente rarísima y de otro países. Ya
no la veo, se fue a vivir muy lejos.
Me gustaba como bailaba. Tenía ojos grandes y aniñados,
tiernos, dulces... una mirada que te entraba por los ojos y se te clavaba en el pecho un minuto después.. Su voz era inconfundible, tranquilizante, y tenía una risa
contagiosa e inocente que hacían imposible no querer escucharla reír todo el
tiempo. Me encantaba hacerlo. De manera inexplicable, no había corte que le
quedara mal. Todos la hacían parecer bella, misteriosa, inalcanzable. Escuchaba
música genial. Me recomendó algunos discos. Leía libros increíbles, me dejó
algunos que me abrieron la cabeza. Hablaba varios idiomas y por eso se fue muy
lejos. Se casó.
Yo la amaba. A ella, la amaba. Pero dudé tanto entre las dos
que se escapó para siempre.