domingo, 29 de julio de 2012

Cositas bellas que me hacés pensar


Si vos te atrevés a darme la mano…

Si no te dejás guiar por lo que se ve

¡Despertá!

Otro invierno largo termina…

Si vos te atrevés a darme la mano…

Y  en la oscuridad, nada me hizo brillar más.

¡Y qué mundo indiferente!

¿Y si te veo? ¿Y si te siento?,

solo empiezo a sonreír.

Si vos te atrevés a darme la mano…

¿Funcionará?

No sé, pero vamos a disfrutarlo hasta el final.

¡Y que quede claro!

No lo hago sólo por mí.

Ahora estoy acá, escribiéndole a quien más me importa.

Si vos te atrevés a darme la mano… siempre encontrarás la mía ahí.

martes, 24 de julio de 2012

Poné un toque de amor.

De seguro saben de amores que han durado mucho o muy poco. Cuando una historia se termina, lo que usualmente preguntan es qué pasó al final. Pero siempre, lo mas importante, ocurre al principio...


No buscaba nada. Estaba parado en la entrada de la casa, fuera de todo el escándalo que hacía la fiesta que organizaron unos amigos. Ya la tenían planeada desde antes de que yo llegara de visita al país, hace como tres semanas atrás. Mañana me vuelvo a Europa.

Inmerso en mis pensamientos, levanté la mirada y la vi. A pesar de la poca luz que había, sus ojos brillaban. Fueron una chispa que me encendió al instante. Su pelo, revuelto por el viento, le tapaba la cara constantemente, y ella se lo quitaba con la mano, siempre con una sonrisa. Una sonrisa que podría conquistar el mundo. Y que sin dudas a mi ya me tenia conquistado.

Nunca fui de tener muchos problemas para entablar una conversación con una chica así que no dudé un instante en ir a saludarla. Pero cuando me le acerqué, levantó la vista, me miró y...

Un rato más tarde estábamos juntos caminando por la costa. La ciudad estaba oscura, dormida. No recuerdo todo lo que hablamos, pero fueron mil cosas. Con muchas nos reímos. Con otras reflexionamos, y cuando no teníamos nada que decir, caminábamos en silencio y cada tanto nos buscábamos con la mirada. Por primera vez en mi vida los silencios no fueron incómodos.

Estuvimos sentados un largo rato hablando sobre nuestro futuro. Habíamos puesto como regla no contar nada del pasado. Mientras era su turno de hablar, me encantaba ver como su pelo luchaba contra el viento. Por momentos me perdía en su voz.

Le dije que era mi ultima noche en Argentina. Solo se limitó a sonreír. Me costaba asumirlo, pero en ese momento creí que lo nuestro nunca sería más que un cuento.

miércoles, 11 de julio de 2012

Déjala volar.

Ambos están sentados en una plaza. Ella se ríe. Él la mira, pero no le sale sonreír. Ella vuelve a reir. Hermosa como nunca antes, achina los ojos, y se tambalea en el banco. La situación lo supera, se levanta y se va.
Ella se ríe. El otro, el que está sentado con ella, le toma la mano y sonríe también.