jueves, 31 de mayo de 2012

Ausencias

Con Juan Carlos eramos noviecitos en la adolescencia. Yo tenia unos 16 años y él poco mas de 17. Nos conocimos en el cumpleaños de una prima mía que iba con él al colegio. Les pidió permiso a mis padres para invitarme a tomar un helado y si bien ellos no estaban muy convencidos, accedieron. En aquel entonces yo estudiaba en un colegio de monjas, y los rumores sobre mi relación con Juan llegaron muy rápido. Las chicas eran muy envidiosas.

Las monjas hablaron con mis padres, y a partir de ese momento me prohibieron que salga con él. Pero podíamos quedarnos en la entrada de casa, sentados. Juan pasaba todas las tardes luego de la merienda. A veces nos dejaban estar en el comedor, pero estando mi hermana o mi madre presentes. Una semana pasó hasta que mi madre, cuando dio cuenta de que Juan no iba a aflojar, decidió mandarme a vivir a la Capital Federal con mi tía Claudia. En ese momento nunca entendí bien porque ni tampoco pedí demasiadas explicaciones. La noticia me la dió mi padre, y en casa lo que él decía se acataba sin protestas. Mi primera experiencia amorosa había terminado muy rápidamente. Apenas nos pudimos despedir.

Luego entendí que temían que yo perdiera mi virginidad con él antes de casarnos y por eso me mandaron lejos. Nunca les pude perdonar eso. En todos estos años, más allá de una esporádica relación, no pude formar una familia.

A Juan no lo volví a ver por casi 40 años. Y la vez que lo vi, en realidad nunca supe que era él. Estaba con mi hermana, un verano que pasamos juntas, y en plena caminata por la rambla nos lo cruzamos. Ella lo reconoció, pero yo no, y él tampoco a mi.

Hoy le contaba a mi sobrina, que tiene 21 años, esta historia. Estaba mal porque se había peleado con su novio. Hace 2 años que son pareja y últimamente discuten mucho. Mientras le hablaba sobre Juan me preguntó si alguna vez nos habíamos peleado. Se sorprendió cuando le dije que no, pero ¿Cómo nos íbamos a pelear si apenas nos dejaban hablar?.

Hace dos meses me llamó mi prima desde Mar del Plata. Me dijo que agarre papel y lápiz y anote un número. Lo hice e inmediatamente, y vaya a saber Dios porqué, me imaginé de qué se trataba. Era el celular de Juan Carlos, que le preguntó por mí en una de las reuniones que hace con sus ex compañeros. Me contó que Juan se casó una vez pero su esposa falleció hace 5 años. Lo llamé tras muchas idas y vueltas, estaba llena de dudas. La voz de aquel adolescente tímido que yo recordaba, aquel muchachito que nunca se atrevió a darme un beso, era ahora la de un hombre mayor que me llenó el alma con tan solo decirme hola.

Hablamos un par de veces hasta que al fin se animó a pedirme que vaya a verlo. Más de 50 años después, nos volveremos a encontrar. Y esta vez espero que se atreva a besarme.

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